Dios llegó a la ciudad
Y envía avispas para avisarte
Se lleva el morbo y la noche
Se lleva la sed y la pena
Dios llegó a la ciudad
Pero no vino para quedarse
No vino para quedarse
Todo está mal
Ya no lo adoran como antes
Después de los mil años de silencio
Dios llegó a la ciudad
Y envía avispas para avisarte
//ElMismo
sábado, 14 de noviembre de 2015
lunes, 2 de noviembre de 2015
.Instrucciones
Van dos kilómetros de viaje, y no
siento que algo del paisaje, si así se le puede llamar, se mueva de su lugar.
De mi cuerpo sólo puedo sentir mi cabeza y corazón, dejando toda la sangre en
el rastro. Miré atrás y noté que aún podía ver el momento en que empecé, aunque
quiero agregar que misteriosamente todo lo que hacía se borraba de mi memoria a
penas me quedaba quieto. Cuando empecé a respirar y tratar de pensar o
fraccionar algo en mi conciencia, miles de grietas destruían el sitio, una
silueta de edificio abandonado, donde no existía el horizonte, es preciso
sentir el gris para imaginarlo. A este punto, si puedes ver, fija la mirada en
un punto y ve como la ciudad se transforma en arena pálida, pero no es necesario,
trata de rebotar en lo que piensas, y ve las palabras como ves una pintura
abstracta, no entiendas, lees y recreas la escena imposible.
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